
La Plaza Mayor de Valladolid comenzó a definirse a mediados del siglo XIII cuando el mercado se desplazó desde la Plaza de Santa María a la Plaza del Mercado, actual Plaza Mayor, y los distintos gremios se fueron instalando en torno a ella. Hoy es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad y uno de los espacios públicos más antiguos de España.
La plaza fue fundada en el siglo XVI durante el reinado de Felipe II, y desde entonces ha sido testigo de la historia de la ciudad y del comercio de vino. En el siglo XVI, Valladolid era la capital de España y un importante centro económico. La ciudad estaba rodeada de viñedos y bodegas que producían algunos de los mejores vinos de la región. La Plaza Mayor fue construida para ser el centro de la vida comercial de la ciudad, y pronto se convirtió en el lugar de encuentro para los comerciantes de vino.
El rey Felipe II tenía un gran interés en el vino y en el comercio relacionado con este producto. Fue uno de los principales impulsores de la viticultura en España y promovió la producción y el consumo de vino de alta calidad. Durante su reinado, se establecieron numerosas regulaciones y leyes para garantizar la calidad y la seguridad del vino producido en España, lo que mejoró la reputación de los vinos españoles en todo el mundo.
Además, Felipe II también contribuyó al desarrollo del comercio de vino en la Plaza Mayor de Valladolid. Durante su reinado, la ciudad se convirtió en uno de los principales puntos de distribución de vino de alta calidad a otras partes de España y de Europa. Los comerciantes de vino de Valladolid viajaban a otros lugares para vender sus productos y el vino de la región se hizo famoso por su calidad.
Durante el siglo XVII, la Plaza Mayor de Valladolid fue el escenario de una de las ferias de vino más importantes de España. La feria se celebraba anualmente en septiembre y era un evento clave en el comercio de vino en España. Los comerciantes de vino de toda España se reunían en la plaza para comprar y vender vinos de alta calidad.

En el siglo XVIII, la Plaza Mayor se convirtió en el centro de la vida social de la ciudad. Los cafés y bares que rodeaban la plaza se convirtieron en lugares de encuentro para los intelectuales y artistas de la época. Entre ellos destacó el escritor Francisco de Quevedo, quien se dice que frecuentó los bares de la plaza.
Durante la Guerra de la Independencia española en el siglo XIX, la Plaza Mayor fue testigo de algunos de los enfrentamientos más sangrientos de la ciudad. El ejército francés se instaló en la plaza durante varios meses, lo que provocó una gran escasez de alimentos y vino.
En el siglo XX, la Plaza Mayor de Valladolid se convirtió en un centro turístico importante. Los turistas de todo el mundo visitan la plaza para ver su arquitectura renacentista y barroca.

La Guerra de Independencia y la Plaza Mayor
La Guerra de Independencia Española, fue un conflicto bélico que se desarrolló entre 1808 y 1814, y que enfrentó a España contra Francia y su emperador, Napoleón Bonaparte. Durante la guerra, la ciudad de Valladolid fue escenario de diversos acontecimientos y episodios relevantes.
En relación con la Plaza Mayor de Valladolid, el 31 de octubre de 1808 tuvo lugar un episodio conocido como el «Motín de la Acémila», que se inició en la Plaza Mayor y se extendió a otras partes de la ciudad. El motín fue protagonizado por un grupo de vecinos y milicianos que se habían organizado para defender la ciudad de las tropas francesas que avanzaban hacia ella.
El detonante del motín fue la llegada a la ciudad de una columna francesa al mando del general Dupont, que había sido derrotado en la Batalla de Bailén y se dirigía hacia Francia en retirada. Los ciudadanos de Valladolid, enardecidos por las noticias de las victorias españolas en Bailén y Zaragoza, decidieron interceptar la columna francesa y capturarla.
El general francés, al ver que la situación se le había complicado, decidió parapetarse con sus tropas en la Plaza Mayor de Valladolid, donde se produjo un enfrentamiento entre los franceses y los vecinos de la ciudad que habían salido a las calles armados con palos, piedras y cualquier objeto que pudieran utilizar como arma. Según algunas crónicas de la época, entre los objetos que fueron arrojados por los vecinos a las tropas francesas se encontraban barriles de vino, que habían sido llevados al mercado de la plaza esa misma mañana para su venta. Al parecer, los vecinos decidieron utilizar los barriles como armas improvisadas contra los invasores.
En medio del caos y la confusión, una acémila cargada con una gran cantidad de dinero que se dirigía hacia la Caja de Depósitos de la ciudad, fue tomada por los ciudadanos como un símbolo de la opresión y la avaricia de los franceses. La acémila fue rodeada y saqueada, y su carga fue distribuida entre los participantes en el motín. Además, también se cuenta que durante el saqueo de la acémila cargada de dinero, algunos de los participantes en el motín se apropiaron de botellas de vino que llevaba el animal entre sus alforjas. Estas botellas de vino fueron posteriormente distribuidas entre los vecinos que habían tomado parte en el enfrentamiento y se convirtieron en un símbolo de la victoria popular sobre el invasor francés.
Finalmente, el general Dupont logró escapar de la ciudad con sus tropas y el motín se fue apagando poco a poco. Sin embargo, el episodio de la «Acémila» quedó como un símbolo de la resistencia popular contra el invasor francés y se convirtió en una leyenda popular que ha sido transmitida de generación en generación en Valladolid.
El escritor y poeta Francisco de Quevedo
Cuenta la leyenda que Quevedo era un gran amante del vino y que solía frecuentar las tabernas y bodegas de la Plaza Mayor de Valladolid en busca de los mejores caldos. En una ocasión, se dice que Quevedo se encontraba en la plaza degustando un buen vino cuando se acercó a él un desconocido que le ofreció unos versos para que los leyera.
Quevedo aceptó el papel y comenzó a leer los versos, que resultaron ser una crítica mordaz y satírica hacia la calidad del vino de la región y hacia los vendedores de la Plaza Mayor. El poeta, que se sintió ofendido por la burla, respondió con una serie de versos aún más crueles y satíricos que ridiculizaban al desconocido y a sus versos.
Sin embargo, al final del intercambio, el desconocido resultó ser un enólogo de la región que había llegado a la plaza para promocionar sus vinos, y Quevedo se sintió avergonzado por su comportamiento. Se dice que el poeta se disculpó con el enólogo y terminó convirtiéndose en un gran admirador de sus vinos, lo que demuestra que incluso los más grandes amantes del vino pueden equivocarse de vez en cuando.
Esta anécdota, aunque quizás exagerada, ha sido transmitida a lo largo de los años en la ciudad de Valladolid como una muestra de la importancia del vino en la cultura local y como una muestra del ingenio y la sagacidad de Quevedo en su trato con los desconocidos.
